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Fotografía Monocromática

El color verde siempre me ha parecido sinónimo de frescura y vida, lo que lo convierte en una elección ideal para la fotografía de alimentos. Sin embargo, cuando trabajamos con una paleta monocromática, surge un desafío: lograr que nuestro «héroe», es decir, el elemento protagonista del plato, destaque y no se pierda en el fondo o sea opacado por otros elementos de la composición.

La clave en este tipo de ejercicio está en jugar con los matices de nuestra paleta de verdes y en aprovechar las texturas de los props que lo acompañan. Es fundamental explorar las distintas tonalidades y la intensidad del color en cada objeto. Por ejemplo, en la fotografía de las alcachofas, el fondo se presenta en un verde suave con un toque de textura para crear profundidad. Además, se incorporan otros elementos verdes, como los limones, para añadir movimiento a la escena, acompañados de una servilleta de tela colocada de forma relajada, que le da armonía a la composición.

La luz también juega un papel fundamental en esta composición. Al utilizar luz dura, creamos sombras que realzan cada elemento de la foto, intensificando los colores y aportando una textura extra a los alimentos. Este tipo de iluminación transmite la impresión de luz de día, perfecta para una escena de una cocina en pleno proceso de preparación, transmitiendo calidez hogareña.

Creo que la uniformidad de tonos en una composición hace que una fotografía resulte atractiva, suave a la vista y sobresalga en un mundo visual saturado de contrastes. Es una elección más arriesgada, pero al mismo tiempo refrescante para el que ve la foto.